Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Hay veces que la mala fortuna o, simplemente, el devenir de las circunstancias, retraten situaciones que ofrezcan una realidad sin paliativos. El Real Zaragoza ha cambiado de propiedad, su presidente ha enganchado con la mayoría de los zaragocistas y la impresión del director general es la de una persona con mucha mayor preparación que su antecesor, Luis Carlos Cuartero, y que tiene experiencia en este mundo del balón redondo.
Se ha ampliado el capital social y se ha pagado a Hacienda, se han mantenido las estructuras de los equipos filiales y se han renovado a los canteranos. El entrenador es una persona con ilusión, que conoce el fútbol profesional del continente y cuyas primeras impresiones son positivas.
Son más de 25.000 los abonados después de diez años en Segunda División y, pese a las dificultades para construir una plantilla con vitola de ascenso, la afición sigue con el equipo.
Uno de lo escasos pero importantísimos problemas del club es el gol. Nadie podíamos esperar que Iván Azón se lesionara y que hasta dentro de dos jornadas no pudiera debutar esta temporada. Eso, en el mejor de los casos. Y que Torrecilla, familia y amigos no hayan cumplido hasta ahora con lo más importante de su trabajo: soltar lastre, quitarse de encima futbolistas que no aportan al club y conseguir el dinero necesario para fichar un central, un extremo y, sobre todo, un delantero centro.
Ya le queda menos y el problema estriba en que no puedes ir a la guerra sin armamento ofensivo: por muy bien que tengas preparada la logística, la táctica, la estrategia o la experiencia en el combate.
A no ser que la lucha por el ascenso no esté prevista que sea automática y tarde más de lo esperado por los seguidores zaragocistas, que es una posibilidad que también debemos contemplar.