Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Termina agosto y los ecos del cambio suenan cada vez con menos fuerza. Lamentablemente el silencio institucional continúa confundiendo a la afición del Real Zaragoza que debe conformarse con lo que publican los dos periódicos de la capital sobre hechos ya consumados.
Declaraciones repetidas de un presidente que ya habló hace unos días, la desechada idea de una reducción de ficha del 10% de la plantilla y la lesión de Iván Azón, confirmando el entrenador el edema óseo en su rodilla lastimada que era ya un secreto a voces.
Quieren también mentalizar a la gente para que las salidas no sean las preferidas por el público y ya se ha cargado contra Chavarría por su deseo de marcharse del Real Zaragoza. De la misma forma que son zarpazos en forma de rumores los futbolistas que podrían llegar a la plantilla aragonesa que desaparecen a las horas o a los dos días de la red.
Siempre he tenido una coraza que me ha protegido del daño que supone la estulticia, la soberbia, el nepotismo, el peloteo, o hacer caso a los jefes a costa de hundir a los trabajadores. También a estar fuera de los devaneos de la ilusión y de la peligrosidad de la esperanza, que nacen como deseo de cambio sin hacer lo necesario para ello.
Siguen dentro personas que no han cambiado las tendencias del club por su propio beneficio. Y no nos terminamos de dar cuenta que las inversiones significan un interés de ganar dinero y de vender más adelante, en función del éxito o el fracaso de la operación. Cosa que es totalmente razonable.
Zaragoza es deseada por su estadio y todo se mueve en torno a su reconstrucción y las personas que estén en el proceso.