Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
El mundo del fútbol es tan apasionante como difícil de asimilar porque es una pasión, una ilusión compartida que sirve para maldecir tu vida después de una derrota o para afrontar un problema personal con mejor talante que horas antes de un partido. Incluso aunque estén destrozando esta manera de sobrevivir quienes desean hacer negocios tan complicados como inabordables pero que les rentan suculentos beneficios.
Dentro de la madurez emocional que atesora la afición del Real Zaragoza se producen momentos de tranquilidad que no significan haber conseguido el propósito. Ocurrió el sábado y puede volver a ocurrir este fin de semana después de comprobar que el entrenador ha asegurado el velamen del barco en la tormenta y los marineros mantienen sus puestos pese al mal tiempo y la seguridad que no llegarán a puerto en el plazo previsto.
El Real Zaragoza planteó un buen partido en la Romareda ante el Granada y venció, con normalidad y suficiencia pese al marcador ajustado. Escribá ha superado su crisis y algunos elementos de la plantilla han mejorado en su fútbol colectivo convirtiendo al equipo en un conjunto difícil de batir.
Que metan los goles defensas o jugadores de segunda linea es indiferente porque la ansiedad de Iván Azón es tan grande que intenta ser más veloz que el balón en el remate, Giuliano Simeone es una pesadilla para la defensa adversaria y el cañón de Bebé es peligroso en cualquier lugar del campo.
Consiste en seguir trabajando, que salgan las cosas bien, saber qué jugadores se deben de quedar y el proyecto que espero esté ya en marcha con el trabajo conjunto de Cordero y Escribá. Del resto, de las cosas correspondientes a socios, amigos y responsables del negocio, prefiero no hablar en el día de hoy.
Que sigan con sus trapicheos a escondidas de la afición.