Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Cuando nos deja un exfutblista del Real Zaragoza, se marcha también de nuestro corazón una persona que fue parte de nuestra historia. Es el caso de Pablo García Castany, el “ocho” del segundo equipo icónico del club aragonés después de los “Magníficos”.
Un interior derecho con estilo, de fácil regate, capaz de conectar con Arrúa y Diarte, o de entregarle por la derecha el balón a Rubial para que penetrase hasta la línea del gol.
Especialista en lanzamientos de máximo castigo, era capaz también de llegar al área pequeña y rematar un balón suelto o lanzar desde lejos más allá del alcance de los guardametas.
Conocí personalmente a Pablo García Castany en su etapa final del Real Zaragoza y en mis comienzos, cuando se podían grabar entrevistas a los jugadores después de los entrenamientos y partidos. Con esos magnetofones de cassette con el micrófono incorporado. Hablaba siempre con mucho respeto, sin elevar la voz, con moderación y prudencia.
Su clase sobre el terreno de juego era incuestionable, le gustaba darse una vuelta más a las medias cuando las doblaba para que se viera una línea de blanco por encima del azul.
Solamente tenía 73 años, diez más que yo, y siempre le recordaré con su mismo aspecto elegante y de estar siempre pensando el mejor pase posible al compañero.
Se nos va con sencillez y silencio uno de los mejores “ochos” de la historia del Real Zaragoza. Pablo, querido Pablo, acuérdate de nosotros allá donde estés.