Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Muchos aficionados al fútbol, al deporte en general, incluso los que no siguen la actividad deportiva de competición, han visto el camino de la selección española femenina donde ha dejado su huella Salma Paralluelo. La primera estrella sobre el escudo de un grupo de jugadoras que han atravesado un desierto provocado por diferencias internas en los últimos años y las selecciones adversarias en las antípodas de nuestro país.
Cuando Iker Casillas levantó la Copa del Mundo de Sudáfrica nadie pensaba en la evolución del deporte femenino en España. Empezó desde las más jóvenes de la misma forma que tener en el corazón un equipo y acudir a los estadios con las banderas y las camisetas. Lo hemos visto en el Real Zaragoza donde la presencia de público femenino se está igualando y se ha asumido como algo absolutamente normal.
Tengo la impresión que la fuerza de los deportes paralímpicos ha hecho mucho en esta sociedad, todavía en desequilibrio con la igualdad real entre hombres y mujeres. Teresa Perales, sus medallas y su forma de ser, ha roto muchas murallas para la aceptación, asimilación y éxito del deporte femenino.
Consiste, a partir de ahora, en legislar sobre la igualdad en el deporte profesional y las soluciones para el embarazo, el parto y los primeros meses de maternidad de cara a mantener sus contratos y sus fichas y de poder seguir adelante. No sólo en el fútbol, sino en el resto de las actividades deportivas.
Salma Paralluelo ha conseguido su tercer mundial, después del sub 17 y del sub 20, siendo elegida mejor jugador joven del Mundial de Sydney. Después de tener que salir de Zaragoza para seguir progresando, elegir entre el atletismo y el fútbol y superar una grave lesión, ha mostrado el rostro más hermoso de igualdad en todos los sentidos.
Ojalá no sea simplemente una operación de marketing y se abra la cerrada mente de algunos, los que mandan especialmente, para que disfrutemos del deporte en su más amplio abanico de posibilidades.