Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Me sorprenden de manera ingrata los ya famosos cánticos de ochocientos seguidores de la Real Sociedad en su estadio insultando a Zaragoza y Aragón en el partido frente al Villarreal y proponiendo la colocación de una bomba en la Romareda.
Me sorprende aún más que la Real Sociedad como institución no haya respondido a estas amenazas que podrían considerarse como un delito de odio.
Pero todavía es más sorprendente que el Real Zaragoza no haya expresado en sus medios oficiales su condena por los hechos y que no haya establecido contacto con el presidente del club donostiarra para pedir explicaciones.
¿Qué pasa con el presidente de la Liga? ¿Qué dice el presidente de la Federación española? ¿Se ha enterado el ministro Iceta de los hechos ocurridos en Anoeta?
Yo solamente espero que se tomen las medidas necesarias para erradicar de los campos de fútbol el racismo, el machismo, el vandalismo y también las acciones de odio contra una afición, un pueblo, que no destaca precisamente por su beligerancia.
También deseo lanzar desde aquí un mensaje a quienes estén más encendidos: que no seamos como ellos y que permanezcamos tranquilos y sin deseos de venganza. Hay que superar el sentimiento de dolor y de provocación y animar exclusivamente a los jugadores en el terreno de nuevo. No caer en su trampa.
Podemos elegir cuál va a ser nuestra respuesta, que debe ser en mi opinión, ignorar sus amenazas e insultos. Pero también exigir que esas personas con nombres y apellidos en una zona concreta sean sancionadas por sus cánticos, una disculpa de la Real Sociedad y un castigo ejemplar de las autoridades deportivas para quienes han sido responsables de semejante insulto. También que actúe la policía y tome nota de las personas implicadas.
A no ser que reciban órdenes desde arriba para que muevan la cabeza a otro lado porque se necesitan los votos de cualquiera para seguir en el poder.