Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Hace unos días que Fran Escribá declaraba que era feliz en el Real Zaragoza y que su intención, porque su contrato es de dos temporadas, era seguir la próxima campaña. Ayer mismo Raúl Sanllehí comentaba que eran felices su mujer y él en la capital aragonesa.
Si buscamos el significado del adjetivo «feliz» en el diccionario, nos explica que «es un sentimiento de plena satisfacción por gozar de todo lo que desea o por disfrutar de algo bueno». Como todo estado de ánimo es pasajero y su duración es variable hasta que llega una circunstancia adversa y borra nuestra sonrisa.
Robert Waldinger, de la Universidad de Harvard, ha publicado un libro después de ochenta años de investigación donde se asegura que “todo el mundo puede dar giros positivos a su vida” y que lo que marca “una buena vida” es la calidad de las relaciones.
Existen en la química del cerebro humano una serie de neurotransmisores vinculados con la sensación de bienestar y de plenitud, de alegría y euforia. Algunos los llaman las “hormonas de la felicidad” y se conocen como endorfinas. Segregadas por la glándula pituitaria y el hipotálamo, tienen un efecto analgésico y de bienestar en el organismo pero que no es demasiado duradero.
Para Jacinto Benavente, dramaturgo, guionista, director y productor cinematográfico, «La felicidad es mejor imaginarla que mantenerla». Y en mi sincera opinión la felicidad es breve aunque algunos se encuentren sumergidos en ese estado de forma permanente, lo que significa una estupidez.
Me alegra que estén repletos de endorfinas ambos profesionales del club. Ahora solamente falta que Cordero sucumba a ese placer emocional y mientras les dure la sensación proyecten, desarrollen y consigan su propósito.