Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
No me sorprende ni me llama la atención que las luchas políticas encarnizadas durante las pasadas elecciones autonómicas y municipales estén acabando en una revuelta anterior a las nacionales del próximo día 23 de julio. Advertí que el silencio en las últimas semanas no anticipaba nada bueno para Zaragoza, al margen de quién se pusiera la medalla de la construcción de la Romareda. En esta capital consiste en no llegar jamás a un acuerdo y evitar la prosperidad, el salto internacional y el progreso económico ligado al deportivo.
la resolución del Tribunal Administrativo de Contratos Públicos en Aragón, que anula el pliego de la Nueva Romareda por la ausencia de valor de las obras, estima el recurso interpuesto por Podemos en mayo en el que se manifestaban dudas legales sobre la figura utilizada en los pliegos del proyecto. Los miembros del Tribunal Administrativo son funcionarios incorporados al cargo por el ex presidente Lambán.
La concejala socialista Lola Ranera, derrotada en las urnas antes de las votaciones, exige ahora la dimisión de la alcaldesa y de Víctor Serrano por la «chapuza», dice, de la nueva Romareda y sus prisas electorales. Mientras que el concejal de urbanismo ha calificado de «zancadilla de la izquierda» la decisión del Tribunal contra la que se podría interponer un contencioso administrativo por parte del Ayuntamiento en un plazo máximo de sesenta días.
Es posible que el estadio se construya finalmente pero la posibilidad de ser sede del Mundial de Fútbol 2030 es cada vez menos fiable lo que puede significar un desinterés de los inversores, un cambio sobre las expectativas del club y la dificultad de conseguir el ascenso a Primera División, lo que significaría a corto o medio plazo la desaparición de la sociedad.
La ejecución del Real Zaragoza está servida. Los descendientes del franquismo, los socialistas burgueses, el populismo comunista, los constructores, la oligarquía de la comunicación, la banca, la Iglesia, van a terminar eliminando una de las escasas ilusiones de este pueblo.
Y eso lo terminarán pagando los culpables, porque Zaragoza no perdona.