Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
La presión de estos últimos días se ha centrado en la escasa aportación y el desapego de la afición con Torrecilla junto al fracaso del entrenador de hacerse con la plantilla. Sin “Cuarteros” a los que culpar, con el desvío de malas actuaciones arbitrales, con la llegada de Fran Escribá y la nula reacción del equipo, las miradas se van dirigiendo al grupo de futbolistas blanquillos.
Es verdad que la lesión de Iván Azón ha sido más importante de lo esperado y que, junto a la de Cristian Álvarez, deja sin cabeza y sin pies a un cuerpo que se ha desplomado. De la segura defensa de JIM y de los primeros partidos con el técnico riojano, hemos pasado a una zaga vulnerable y que encaja más goles de lo que consigue.
Manu Molina en el centro del campo, como también Eugeni Valderrama, no llegan a construir el fútbol ofensivo que favorezca la transición de la segunda línea a la escasa eficacia goleadora. Vada, Zapater, Petrovic, Gámez y Puche se han quedado sin ideas ni ritmo y Francés o Francho han jugado en otras posiciones que han terminado por agotarles.
Mollejo no ha encontrado su sitio, Bermejo se lesiona cuando mejor está, Pape entre que no habla nuestro idioma y que no es un delantero que produzca él mismo las jugadas, no llega nunca a un remate decisivo. Solamente Giuliano Simeone es capaz de conducir un balón cuarenta metros, rematar a puerta y marcar goles. Pero no es suficiente.
Así las cosas Fran Escribá deberá cambiar el sistema de trabajo, ilusionar a sus hombres, exigirles más de lo que han dado hasta ahora y fomentar su reacción personal y colectiva. Todo esto cuando el sábado recibimos al colista, el Málaga, que se juega la vida.