Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Es una costumbre extendida desde hace mucho proyectar el silencio cuando la situación es desfavorable. Es algo así como apretar las nalgas, andar más deprisa y no mirar hacia ningún sitio. A veces un suspiro de cansancio y poco más. Dando muchas vueltas con papeles en la mano pero sin hacer nada. El enfado de la afición el último partido en la Romareda fue más sufrimiento y dolor que estallido. Esto se puede entender de varias maneras; por un lado, que el zaragocismo está desanimado y, por otro, que no le ve más posibilidades al proyecto.
Sanllehí se deja solamente ver y escuchar cuando se habla de la Romareda, de la firma de algún convenio con el Ayuntamiento y poco más. De vez en cuando debería conceder una rueda de prensa y expresar las lineas maestras de cara al futuro más inmediato, explicar por qué no se puede fichar ni en el mercado del paro. No creo que tenga ningún problema con los medios ya que la mayoría son favorables al club y se limitarían a citar literalmente sus palabras.
Otra cosa es la interpretación que algunos diéramos a su discurso, su lenguaje no verbal y lo que sabemos por otro lado que son informaciones procedentes del entorno blanquillo zaragocista sin mayor profundidad que darle explicación a pequeños detalles del comportamiento del club.
También es muy propio de estos momentos, previos a un partido cuyo resultado es importantísimo, colocar en la palestra a jóvenes jugadores para que su ilusión como canteranos se contagie a los seguidores. Y poco más, esperar a que llegue el momento del partido, que se rompa la mala racha y se sumen tres puntos para sacar pecho (o barriga) y aguantar una semana más.
La proyección del «aquí no pasa nada» y la sonrisa forzada es natural cuando quieres hacer creer que todo está controlado y tienes que dejar de preocuparte. Pero nada se controla, solamente se gestiona mejor o peor y en el fútbol es todavía más complicado.