Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Durante su gira por los diferentes medios de comunicación de esta ciudad, Raúl Sanllehí ha demostrado su capacidad de líder incontestable del Real Zaragoza. Ha cuidado mucho su discurso, ha regateado con habilidad sobre cuestiones complicadas y ha sabido hablar mucho sin decir nada, lo cual es un mérito en un recorrido ante periodistas de diferente calado.
Por eso me da la impresión que, siendo el fútbol un espectáculo caprichoso, es un jefe al que no se le escapa nada. Excepto el asunto Romareda, que está más allá de sus posibilidades. El objetivo es su remodelación y la creación de negocio en su interior, con la aportación económica y arquitectónica de los actuales inversores.
En este sentido, padecí vergüenza ajena cuando escuché al que fuera alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve. Una anécdota política que pasó con la escasa intensidad de su liderazgo y el desconocimiento de cómo se lleva adelante una ciudad tan importante como la nuestra.
Afortunadamente para él apenas ha tenido repercusión en los medios su errónea interpretación de la legislación futbolística sobre el accionariado de las sociedades anónimas deportivas. Tachó de “filial” del Atlético de Madrid al Real Zaragoza y dudó de un posible ascenso por “jugadas financieras”.
Santisteve aseguró que, “o cambia la propiedad o el Real Zaragoza no podrá ascender al compartir la categoría con el equipo rojiblanco”.
Consiste en meter mal, confundir a la gente, animar a los que detestan el fútbol a seguir pensando en por qué pagan con sus impuestos un estadio y a intentar aparecer en la prensa para mejorar su imagen casi olvidada para la mayoría.
De todas formas, aunque lo normal en esta complicada urbe sea luchar todos contra todos, habrá que esperar que los objetivos se vayan cumpliendo y según los plazos marcados.