Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Pasan los días, las noches y la jornadas futbolísticas. Se crean expectativas, siguen cerrándose las ventanas y la política ha entrado con fuerza en el club. Como una mancha que se extiende, ni se sabe qué hay detrás de todo esto y cuál es la proposición de la vieja apuesta reforzada por extranjeros que invierten en la construcción de un estadio con posibilidad de negocio debajo de sus gradas.
Se dejan escapar chavales que se marchan a Madrid o a Villarreal, la Ciudad Deportiva no se ha convertido en esa escuela de formación como la presentada por el Inter de Miami para cuidar y educar a sus futbolistas mientras vuelve a secarse un césped cambiado hace unos meses y que es uno de los argumentos clave para jugar mejor a este deporte.
Poco se dice de la rendición en la Romareda ante el Burgos, que hizo sólo lo suficiente para arrancar un punto del viejo coliseo zaragozano sin arriesgar lo más mínimo. Y esta tarde en Lugo a esperar en la posesión de balón, la defensa adelantada, el contragolpe y que siga Cristian desviando los tres o cuatro balones peligrosos que pasen por su zona vital. Y ni te cuento si alguien es capaz de tirar a puerta y que el esférico entre en la meta lucense del Anxo Carro.
Fracaso, decepción, desconfianza y vacío. Un Escribá envejecido que cuida su lenguaje par que se entienda que está cansado y un Sanllehí que solamente comparece en tribunas al margen de su misión en el Real Zaragoza, que es ser el jefe del equipo que dirige la parte más importante del club.
Una empresa que trata a su afición como el cierzo a esta ciudad. Con el frío, la inquietud, su recuerdo y la duda si va a seguir soplando mañana. Pero así como Salduie fue construída por los íberos en el siglo VII antes de Cristo sin conocer su clima, los oligarcas empresariales, bancarios, mediáticos, constructores y círculos de fe anclada en el pasado, lo utilizan para extender sus tentáculos para que nada se escape. Aunque alguno de ellos se extinga por agotamiento.