La capacidad de resistencia que ofrece la propiedad del Real Zaragoza es, cuando menos, digna de mención y de análisis. Una vez asumida la marcha del presidente, cuyo papel era representativo y no tomaba decisiones como los accionistas, las dos victorias consecutivas les permiten seguir en las trincheras sin ofrecer ninguna información a la afición zaragocista.
Unas declaraciones en la COPE de Fernando Yarza, la carta de despedida de Christian Lapetra o el comunicado oficial del club, no son suficientes. Y mucho menos cuando se está hablando de las dos opciones de compra del Real Zaragoza con filtraciones, informaciones, declaraciones o interpretaciones sobre las vinculaciones de sus máximos dirigentes con los propietarios blanquillos.
La construcción del estadio, la afirmación rotunda de que el tiempo de la Fundación Zaragoza 2032 había terminado al frente de la entidad, que la clasificación sea ahora mucho más benévola que la tarde del Mariachi, tranquilizan la zozobra de un mar que puede volverse otra vez de temporal según los marcadores.
Todos tenemos ganas de conocer el futuro y, como he dicho varias veces, si va a tener conexiones cercanas con el presente e incluso con el pasado. Pase lo que pase, el cansancio es tan grande que un error de estrategia o una actitud adversa a la historia del club y a su masa social, podrían hacer que esa mar a la que antes hacía referencia terminase por secarse y dejar solamente tierra y sal donde sea imposible construir.