Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Uno ya no sabe en qué día está con los puentes invernales de una fiesta que está en crisis producto de los ataques a la Constitución y de otra que cada vez siguen menos cristianos. De un mundial que se juega por primera vez en invierno y donde se han quedado retratados dirigentes del fútbol mundial, europeo y de la mayor parte de las selecciones. Ex deportistas, antiguas leyendas, prensa mimada y con los ojos en otro sitio, inmobiliarias, empresas turísticas e inversores de lugares insólitos sin contar el origen medieval y extremista de los dueños del oro.
Para colmo sigue la segunda división en movimiento con jornadas que terminan los lunes y empiezan los martes dentro de una profunda falta de calidad que hace bostezar a los seguidores no implicados con todos los clubes menos uno y el cabreo de los zaragocistas que cada vez se acostumbran más a la vulgaridad y se conforman con el aburrimiento a cambio de los puntos.
Lo de ayer fue tan terrible como doloroso: el polémico Luis Enrique con sus jugadores protegidos y su manera de jugar al fútbol lineal y sin delantero centro, capaz de cambiar el color del uniforme y de popularizarse en las nuevas tecnologías a través de su twich ofreciendo declaraciones más jugosas que ante la prensa. Todo eso sería asumible como un mal menor si se jugase bien y se ganase, si se tuviera un esquema de juego con variables y jugadores que cambiasen los partidos cuando se entierran.
Otra cosa es el Real Zaragoza, diez temporadas en Segunda División y sin líderes, jugadores de talento y eficacia en sus posiciones. Con un ejército derrotado de directores deportivos, entrenadores y futbolistas, escaso dinero para tapar agujeros y una incomunicación con la afición que aún puede ser peor.
En el partido de solteros contra casados de anoche solamente faltó que los suplentes estuvieran con sus jarras de cerveza en una barra habilitada a tal efecto y con camisetas diferentes. Una exhibición tan aburrida y sin sentido que incluso debió parecerles a ellos suficiente con el punto conseguido.