Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Nos acercamos con calma y tranquilidad al encuentro del domingo en el campo del Alcoraz en otro partido más de rivalidad regional entre la SD Huesca y el Real Zaragoza. Cada uno, de manera individual y colectiva, según la indicación de los políticos, en función de las necesidades mediáticas de quienes dictan la información, le da una trascendencia mayor o menor a este encuentro.
Se valora el aumento de la presencia del público en el graderío del Alcoraz que ha remodelado sus instalaciones porque es un equipo ascensor entre la Primera y la segunda división estos últimos quince años, de la misma forma que se ha restado polémica al estar situados ambos clubes en una zona intrascendente de la tabla clasificatoria.
Se busca cierto equilibrio en lo político por si determinadas declaraciones puedan complicar las candidaturas a los ayuntamientos, diputaciones y Gobierno autonómico. Un paso en falso puede terminar en un resbalón si tenemos en cuenta que la fidelidad a tus colores es la más alta en el ranking de opciones de entrega y pasión.
La permanencia o una buena clasificación para mejorar los ingresos de la Liga es el objetivo más importante en estos momentos aunque el público pida más, especialmente el azulgrana que pretende como sea la rendición blanquilla.
Son tres puntos, no hay títulos en juego, tampoco aspectos morales que se puedan enarbolar como triunfo de tribus neandertales en un presente de consumo tan exigente como frágil.
Mi deseo es que gane el Real Zaragoza porque en el terreno de juego no hay aliados; pero también que no se exhiban como irresponsables quienes quieren convertir, que son los menos, un partido de fútbol en una afrenta y un bochorno fuera de toda animación y color de un espectáculo donde el odio no debe existir.