Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Esto de jugar el lunes después de una semana sin apenas noticias, con declaraciones siempre meditadas y sin un gran interés para la afición, deja un poso de insatisfacción en quienes forman parte de la familia zaragocista. Escribá dibuja palabras en la arena que suenan bien y son equilibradas pero no aportan mucho a la esperanza colectiva.
Hablamos solamente de la confianza de lograr una cosa o de que se realice algo que se desea, nada matemático ni que desde el punto de vista de la lógica signifique un fin en su mismo. La esperanza es lo único que nos queda después de una racha inestable cuyo momento más importante es el «casi» de Las Palmas hace ocho años.
De un ir y venir de futbolistas mejores, peores e inútiles, de una colección de entrenadores de todos los estilos, edades y especialidades, de directores deportivos de aquí y de allí y con tres propiedades bendecidas por los socialistas del principio del siglo XXI, asumidas por familias de racio abolengo con sus acólitos y grupos de inversión dispuestos a conseguir beneficios de un estadio y sus entrañas.
Pese a todo ahí está la afición que asume el silencio de los medios oficiales porque ya no cree en ellos y conoce que están vinculados como empresa al club. Y que solamente desea el regreso a Primera División y una remodelación del estadio que no se afronta desde Los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.
Que Tebas y Rubiales sean los presidentes de la Liga y la Federación, los escándalos del Barcelona, las vinculaciones en torno a Florentino Pérez, el arbitraje o el dinero que se genera, afectan directamente al fútbol y a quienes soportan el peso de su estructura gigantesca y desigualmente repartida.
Ahora, es esta víspera tan larga del partido del lunes en Málaga el aburrimiento en forma de silencio y declaraciones vacías, nos hace pensar en los cincuenta puntos como si de un éxito se tratara.