No hace falta ser Rappel para adivinar lo que iba a ocurrir llegados a este punto del caos zaragocista. Ni tengo ese aspecto ni formo parte de un espectáculo pasado ya de moda. Es muy posible que los más jóvenes no sepan quién es este peculiar personaje venido a menos.
Hace ya semanas que comenté lo que iba a ocurrir en el caso de que el Real Zaragoza siguiera sin sumar puntos y se acercase todavía más al descenso. Una vez terminado el mercado de invierno, filtradas algunas gotas de la venta del club de manera interesada y superado el Mariachi del otro día en la Romareda, el objetivo es Juan Ignacio Martínez.
Al margen de no haber llegado a los objetivos mínimos a estas alturas de temporada, además de no disponer de una plantilla competitiva y comenzar a flaquear en sus apariciones ante la prensa, Torrecilla le condenó cuando dijo que había elementos suficientes para competir por estar en la “pomada”.
La propiedad ya ha dado el banderazo de salida para culpabilizar de todos los males del Real Zaragoza al técnico alicantino. Es cierto que los números no los aguantaría ningún otro entrenador pero, que él no es solamente el único culpable del fracaso de la temporada, también es verdad.
Forma parte de una estrategia de comunicación tan pobre como vulgar y previsible. Ya veremos lo que pasa de aquí al sábado a las cuatro de la tarde cuando empiece el partido en la Romareda.
Desgraciadamente la posibilidad de un descenso asumido ya por el presidente del club aragonés hace unos meses puede tomar cuerpo con lo que se va conociendo del trasfondo de todo este asunto. Sobre todo enlazando cosas que se cuentan ahora desde la última etapa de Agapito Iglesias hasta ahora. Desconozco su veracidad, deseo que sean simples bulos, pero ponen los pelos de punta.