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Es posible que al ver a Riqui Puig firmando encima de un cerdo a la salida del entrenamiento se me haya ocurrido darle vueltas al asunto, más por el animal y lo que representa que por el fútbol en sí mismo.

También es probable que el aspecto y la forma de ser de estos animales dedicados al consumo humano desde el origen de los tiempos y que ahora su corazón y riñones sirvan para el trasplante de órganos, me haya hecho buscar sobre este ser tan popular. No en vano hay casi cuatro millones y medio de cerdos en España.

Y no les niego que tengo desde hace tiempo imágenes de personas conocidas que se asemejan a los porcinos en su faceta más grotesca y humana.

Uno de mis autores favoritos es George Orwel, autor de “Rebelión en la granja” y del que he extraído para ustedes dos pensamientos de este escritor. Ahí va el primero: «Los animales, asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro». Ojo con el segundo: “Una visión horrible, un cerdo caminando sobre sus patas traseras”.

El autor irlandés Bernard Shaw escribió que «Aprendí hace mucho a no luchar con un cerdo. Tú te ensucias y al cerdo le gusta». Pero hay un refrán popular que dice: “Quien se revuelca con un cerdo, corre el riesgo de gozar en el estiércol tanto o más que él“

Y San Mateo, en el Evangelio, ya habló de no darle margaritas a los cerdos, aunque la frase que más me gusta ya se la pueden imaginar: “A todo cerdo le llega su San Martín”.

Ortiz Remacha

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