Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Mañana comprobaremos en el campo del Levante las expectativas anímicas del Real Zaragoza en este tramo final de la competición de Liga. La actitud, la manera de salir al terreno de juego, el nivel que se desarrolle durante todo el partido, marcará si este equipo es capaz de llegar con cierta normalidad a su propósito o si alberga dudas existenciales en su vida hasta la jornada 42.
Si tenemos en cuenta que el Levante contará con una afición más intensa por el título que se le regala por una competición desarrollada en la Guerra Civil, ilusionada por el posible ascenso de categoría y ante un club que lo máximo que consigue fuera estas últimas jornadas es el empate, la balanza se inclina de lado valenciano.
Hay jugadores que ya no se sienten vinculados al equipo por diferentes motivos: Pape Gueye ni ha encajado ni se encuentra a gusto en el club, como tampoco Vada, ni Larrazábal, Eugeni, Molina, Alarcón, Quinteros, Fuentes o Ratón, sin contar a otros como Grau y Bermejo que no han alcanzado la importancia requerida en esta plantilla.
Por lo que parece, por su aspecto físico, por sus contenidas declaraciones, Fran Escribá da la impresión de no tener una especial ilusión en solamente fijar su nombre con una permanencia ajustada y aunque el público sigue desplazándose a los diferentes campos de Segunda, todo el mundo después de diez años en esta categoría lo valora como un equipo grande venido a menos y que ya forma parte de esta competición.
Es posible, no creo en los milagros, que el equipo se venga arriba y consiga los tres puntos. Que tenga fortuna en ambas áreas o que el Levante dispute su peor partido de la temporada. Nada me haría más feliz que, aunque con polémica arbitral, el Real Zaragoza sumase una victoria.