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Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.

Mientras los grupos inversores siguen su trabajo en el éxito del negocio que puede suponer el Real Zaragoza, incluido ya en el universo balompédico internacional como «marca blanca», los medios de comunicación buscan los días de calma y tranquilidad detalles curiosos del club. Estadísticas de jugadores, acuerdos de próximas renovaciones, entrevistas repartidas por la prensa afín al consejo, noticias de peñas, recuerdos de goles, marcadores históricos o futbolistas que hicieron época en el club.

Buscamos fotos de recién nacidos con sus padres en la tienda del Real Zaragoza, aprovechamos el día de los enamorados para encontrar allí soluciones de última hora para regalar a nuestras parejas y colaboramos con países que sufren desastres terribles para enviar dinero y adormecer nuestra conciencia.

Es un fútbol irregular, patroneado por gente que solamente busca su riqueza y que provocan desastres económicos en sus clubes o escándalos mayúsculos que salen ahora, después de varios años ocultos como el caso de Enríquez Negreira. Podemos calcular a través de líneas el milímetro que supone un fuera de juego de una jugada legal, el tiempo de aumento, la conexión arbitral entre diferentes localidades y fallamos en detalles que son obvios pero que cambian cada mes según las repercusiones mediáticas.

Se lanzan globos sonda para comprobar por dónde iría la afición a través de redes sociales dándose bandazos en las decisiones que se toman. Y se ofrecen símbolos en el equipo directivo a los que respetas o detestas para generar determinadas sensaciones en los seguidores.

Todo muy oscuro, cerrado y dejando bien claro que los medios son también parte del negocio y que las voces independientes deben seguir otros caminos alternativos. Control absoluto, excepto cuando estás en el terreno de juego y el delantero dispone de una ocasión de gol. Allí no vale nada del argumentario anterior; si tiene calidad y sello anotador, lo marcará. De lo contrario, el balón irá al muñeco o fuera de los tres palos.

Ortiz Remacha

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