Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
A principios de los noventa del siglo pasado leí esta novela de Milan Kundera, «La Insoportable levedad del ser» que me subyugó por la dureza de su relato. Es verdad que en mi juventud deseaba empaparme de lo que denunciaban y anticipaban autores como George Orwell con fascinantes obras como «1984» o «Rebelión en la Granja». Cuando estuve en Berlín, en 1987, todavía estaba el «muro de la vergüenza» dividiendo la ciudad y horas antes habían sido abatidas tres personas que intentaban cruzar el río y llegar a la libertad después de varias décadas. También visité la Rumanía de Ceaucescu después de ser arrastrado con su mujer y fusilado por el pueblo, la Yugoslavia de Tito que explotó una década después de su muerte con la guerra de los Balcanes y la Bulgaria de Todor Zhivkov, que murió a finales de los años noventa en arresto domiciliario por crímenes contra la humanidad.
Comento todo esto porque he recibido algunas críticas en las redes sociales por culpar a la extrema izquierda de la política zaragozana de la retirada del Real Zaragoza al concurso para la construcción de la nueva Romareda. Poniendo en antecedentes que en los últimos veinte años partidos de la derecha y alternativos también habían echado por tierra una necesidad para la ciudad.
No tengo amistad con ningún político, no le debo nada a ningún partido ni ellos me deben nada a mí. La independencia por la que he tenido que dejar de trabajar y exhibir mis ideas a través de twitter y Youtube con una amplia representación de todas las ideologías, incluye a la derecha y a la izquierda; en esta última etapa a los socialistas que le entregaron la programación de la CARTV al grupo Heraldo, incluida la deportiva, y a los populares que volvieron la cabeza para no ver lo que pasaba por su proximidad a Heraldo. No conozco a nadie de Vox ni del comunismo (el mismo que murió después de una larga etapa negra en la Europa dominada por la Unión Soviética) y por eso me ha sorprendido la facilidad con la que me llamaban fascista por mi crítica ante la falta de acuerdos para que Zaragoza tenga un estadio.
Tampoco he saludado a Sanllehí, a los miembros del consejo de administración ni a Jorge Mas. No tengo acceso al club ni para preguntar ni entrevistar a nadie. Pero reconozco que los veinte millones aportados hace unos meses y la construcción de la plantilla han sido muy importantes y reconocidos por la afición zaragocista.
No aplaudir el Sanchismo, estar en contra de las políticas de Sumar y Podemos en el Gobierno, denunciar la invasión del independentismo y la amnistía a un delincuente huído, no significa ser fascista, homófobo o misógino, o no reconocer la falta de igualdad del hombre y de la mujer y estar en contra del machismo.
Estamos en una ciudad provinciana, dominada por las familias de la oligarquía, la banca, la Iglesia en su facción más extrema y algunos constructores voraces y sin límite. Hijos de padres, sobrinos de tíos, la burguesía social, restos del franquismo y orgullo desmedido de los más engreídos que jamás han trabajado con el sudor de su frente.
Por eso, aunque sean pocos, me apena ver cómo las paguitas, los favores, las fiestas, dejar de trabajar para manifestarte por cualquier cosa, los enchufes y el falso posicionamiento de una izquierda comprada por mariscadas y salarios formidables, intentan colocarte en la órbita de una derecha que no comparto y que tampoco me soporta.