Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Da la sensación de que estamos soportando un estreñimiento con la situación del Real Zaragoza. A punto de salir uno, de llegar otro, negociaciones que se rompen en el último instante por el aspecto económico de la cesión, endurecimiento de las salidas de futbolistas que apenas han aportado nada al club y con un partido el lunes ante un rival directo para eludir el descenso. Normalmente cuando evacúas te quedas muy ancho, excepto si padeces de hemorroides porque de la inflamación intestinal y gases pasas a un dolor localizado a una zona muy concreta de tu cuerpo.
Supongo que a más de uno se le habrá dibujado una sonrisa maléfica al conocer algún caso cercano o, incluso, le habrá llevado al recuerdo que no a la nostalgia. Pues esto es lo que hay, miles de millones en danza en inversores de Estados Unidos, Colombia, México, Canadá, Arabia Saudí o Madrid, ofreciendo ayudas a entidades, instituciones y hasta a gobiernos.
Mientras tanto la relación entre los políticos locales vuelve a ser combativa en estos momentos previos a una campaña electoral que hace tiempo está en danza. Que si cuarenta años, que si setenta y cinco, que si las universidades de Sevilla y Extremadura dicen una cosa, que si la de Zaragoza dice otra…
Yo no estaré en este mundo y si no me he muerto tendré 104 años en el planteamiento de Lola Ranera; a los 134 no ha llegado nadie y por eso me gusta plantear soluciones a corto y medio plazo. Que el Real Zaragoza invierta en la construcción de la nueva Romareda, que sea un referente emblemático y que ganen dinero los inversores, la ciudad de Zaragoza y la Comunidad de Aragón gracias a los ingresos por el fútbol, los museos, las tiendas, los restaurantes, las cafeterías y cualquier opción tecnológica que se les ocurra.
Y mientras tanto hay que liberar fichas, hacer crecer el límite salarial y ofrecer el mejor espectáculo posible a una afición que parece casi inmóvil ante la situación actual.