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Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.

Después de los días de presentaciones, apariciones en público, declaraciones y atención mediática suelen venir horas de calma y de reflexión. Para los aficionados porque, en esta ocasión, se ha traído a un jugador conocido, específico para el desempeño de su labor y único en el trabajo de Cordero de cara al reforzamiento de la plantilla.

El problema, en mi opinión, es el lastre que se queda en el grupo y que no se ha podido trasladar a otros clubes. Petrovic asimiló hace tiempo su marcha siempre y cuando se le pagase el resto del contrato, que termina el 30 de junio. Lo de Igbekeme es una tomadura de pelo después de su falta de adaptación y empatía con el club que le paga y lo de Pape, que ya sabíamos era imposible su salida, un jarrón de Limoges de tía Eudivigis en un armario de Ikea y al lado de una pecera con plástico verde simulando algas. Afortunadamente ayer se nos dijo que no era obligatorio ficharlo en el caso de no conseguir el ascenso.

Raúl Sanllehí tuvo que sumir el fracaso, aunque no denominase así el resultado actual de su proyecto, y no mantuvo esas risitas y abrazos que disfrutaba con Torrecilla incluso dos días antes de cesarlo. El director deportivo no está para hostias y en su rostro apenas adivinarás una sonrisa; bastante tiene con resolver el problema de cara a la próxima temporada.

Quedó al margen Escribá que ha lanzado varios mensajes estos días al director general y a su segundo, Juan Carlos Cordero. Apenas se les ve juntos, se ha desplazado al entrenador a ejercer de líder del vestuario y a mejorar los marcadores, además de poner tranquilidad en sus declaraciones antes y después de los partidos.

Veremos que pasa con Azón, que hoy no se ha ejercitado y con Gámez y con Vada, que ha trabajado al mismo nivel que sus compañeros. Y si Bebé ya es de la partida el domingo en el segundo encuentro internacional disputado desde hace diecisésis años. En la Romareda el equipo de Marc Aguado nos metió un baño considerable.

Ortiz Remacha

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