Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.
Es muy difícil expresar tu opinión con la libertad que debería prevalecer en un mundo donde eres condenado por un Tribunal de la Inquisición en el que son jurados millones de personas. Después de cuarenta y siete años dedicado al mundo de la comunicación en la radio, prensa escrita, televisión y redes sociales, el momento de mayor explosión de unas palabras, una imagen o la interpretación de lo que piensas, es el actual. Desde hace cinco o seis años todo lo que digas será utilizado en tu contra según el momento o el contexto en el que se desarrolle.
La acción espontánea de situar las manos sobre sus gónadas después del gol conseguido por Mollejo es desagradable, inoportuna, innecesaria y provocadora. Fue positivo que se disculpase al final del partido, pero aún así merece una multa del Real Zaragoza. Es posible que hasta una tarjeta amarilla mostrada por el árbitro de la misma forma que sucede cuando te quitas la camiseta después de marcar un gol.
De ahí a que la Liga proponga de oficio una sanción ejemplar al Comité de Competición va un abismo. Otros futbolistas como Cristiano Ronaldo, Vinicius, entrenadores como Giuliano Simeone, han hecho lo mismo y se ha comentado con humor una desagradable forma de responder en un momento del partido.
Lo que me preocupa es que el escándalo se haya producido por entenderse como un acto machista, vejatorio para la mujer, porque Rubiales lo hizo en el palco al marcar la selección femenina de fútbol. En esa misma final Jenny Hermoso obsequió con una peineta a una jugadora de la selección francesa, por poner un ejemplo.
En mi opinión Mollejo se equivocó, ha rectificado y merece un tirón de orejas del club. Pero si se le suspende cuatro o doce partidos por un acto machista me parece un error y una injusticia todavía mayor. No me dio la impresión que su desagradable gesto fuera dedicado al agravio del sexo femenino.
Torquemada ha salido de su tumba y en esta ocasión no para quemar a judíos o musulmanes después de su expulsión en 1492, sino para leer entre lineas, comprobar quién no se arrodilla ante el feminismo más obsceno, amparado por un poder que engaña de esta manera a sus cómplices en el caos populista.