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Señoras y señores, queridos amigos, buena gente.

Son demasiadas las tensiones que estamos soportando estos últimos días como un colofón inesperado a un calvario que comenzó con la pandemia, siguió con la guerra de Ucrania, se agravó con la crisis económica y se encuentra en una vorágine de estupidez política que, dicen los expertos, es similar a la de 1936. Espero que desde la Unión Europea y la vigilancia internacional que está por encima de los estados y las tendencias comunistas o fascistas eviten este oleaje de donde todos quieren sacar partido.

La caída de Rubiales, la puesta en marcha del Consejo Superior de Deportes como elemento corrector en beneficio del Gobierno con escándalos innecesarios después de conseguir un Mundial sigue con su caza de brujas. Con la vuelta al primer plano del caso Enríquez Negreira y de dos presidentes del Barcelona investigados que podrían ser tres, el mismísimo Joan Laporta, porque el delito de cohecho es más grave que el de corrupción y prescribe más tarde. Igual es otra condición impuesta por el delincuente Puigdemont, pronto personaje del año y candidato al Nobel del egoísmo y la ruptura interesada.

Siguen las denuncias de la Liga de Fútbol Profesional por insultos graves al Real Zaragoza en el estadio del Sadar pero es más grave guiñarle el ojo a una mujer que pasa a tu lado y te mira, si ella entiende que es una agresión sexual, por lo que te llevarían esposado a Comisaría y quizás salieras más tarde que un violador reincidente con presencia ilegal en España.

Y ya, por último, la vuelta a la Romareda después del fiasco de Ferrol y la culpabilidad dirigida sobre Escribá y no aceptada por el técnico. Se supone que asimilar la primera derrota habrá restado ansiedad a la plantilla y que el partido sea en casa con el coliseo zaragozano lleno, provocará la confianza y la implicación absoluta del once titular y del cuerpo técnico.

Pero que nunca olviden que la afición blanquilla es tan hermosa como asomarse desde una montaña para ver un espectáculo extraordinario pero tan peligrosa como dar un paso en falso y caer al vacío.

Ortiz Remacha

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